Ramón Cubián

El azúcar de naranja, más amargo que dulce, enrareció las bocas de los votantes. Los vecinos de Alcobendas que les votaron -algunos, no muchos, pero los suficientes para la dictadura de la bisagra-, lo hicieron en clave de centro para que nos acompañara a los populares “edulcorando” las siglas del que era un buen gobierno con una marca de moda.

“Gaudeamus igitur (alegrémonos pues)” dice el desgobierno que se alegra. Se pondrán beca y birrete, enmarcarán la orla de su elenco tripartito y desfilarán con más sorna que pompa al son del Gaudeamus del Sietedías.

El El Partido Popular de Juan Manuel Moreno en Andalucía, el mismo de Alberto Núñez Feijóo a nivel nacional y de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, tienen mucho en común, perdón tienen todo en común en su consolidación como alternativa. Cada uno le añade su impronta personal, su estilo y sus formas, pero el fondo es el mismo en todo caso: principios, valores, objetivos claramente definidos, moderación política y firmeza en su defensa. Apuesta por la libertad, por la iniciativa privada, por la excelencia en la educación, por la gestión eficiente de los recursos, la bajada de impuestos; apuesta por la sanidad y por los servicios públicos y sociales de calidad, garantizados -más que nunca- con el respaldo de unas cuentas públicas sanas que garantizan su prestación a presente y futuro (justo lo contrario que hace la izquierda).

Hoy no voy a describir ni escribir los desmanes de nuestro sectario e incapaz desgobierno de txapela naranja sin gesto, sometida a la mano que la ladea; sometida al gesto del cuerpo tripartito socialpodemita que a su antojo la maneja a costa de Alcobendas. Pero hasta aquí. Hoy no escribo más de estos ni de esto.

Peor que el Gobierno de la Nación… o a su estela.

Isabel Díaz Ayuso es una líder hecha a sí misma. Nuestra líder, nuestra querida presidenta, eclosionó desde la fuerza de su esfuerzo, desde el resultado trabajado, desde la firmeza de los principios defendidos a capotazos delante de un toro de mortales querencias.

El Partido Popular presentó dos enmiendas para bajar la plusvalía un 95% a todos los vecinos de Alcobendas, buscando beneficiar a ascendientes, descendientes, cónyuges y adoptantes, pero el gobierno municipal ha votado en contra de la propuesta.

Tengo la convicción de que, en ocasiones -como la que nos ocupa y vivimos-, para arreglar las cosas, primero hay que romperlas del todo. Para que lo que no puede ser, deje de serlo de raíz.

Populismo sin fronteras en la ciudad mal mantenida y con sus calles cada vez más deterioradas y degradadas. Ni una calle asfaltada en tres años; riesgo para el tráfico, no sólo por lo que sufren los vehículos sino por su incidencia en la calidad de la ciudad, del tráfico y por su incidencia en la seguridad, con peores frenadas de coches y motos y caídas de éstas.

Queda resuelto de esta forma, a menos que se presente recurso de casación, un problema que lleva enfrentando al Partido Popular de Alcobendas y a la Entidad de Conservación de La Moraleja durante más de 7 años.

Ven que te leo un cuento… érase una vez un distrito feliz, que vivía feliz en el relato feliz de su gobierno que desgobierna. Un distrito feliz, muy feliz, en la felicidad sublime de saberse presidido por una concejal ora del partido que fuera naranja, ora del naranja que fuera partido.

El tripartito aprueba en falso las cuentas para este año durante las fiestas navideñas, tal y como ya se formularan las de 2020 en bolivariana estrategia. Las ahora impuestas, atentan contra informes y leyes; maltratan a la oposición amparados en el rodillo del todo vale para la izquierda; y desprecian a los votantes y a los vecinos de Alcobendas.

Qué tiempos aquellos, ya despedidos con el año ido, del naranja presidente de distrito. Su verbo suave, su mirada atenta, su dulce expresión y su medida voluntad de agradar a todos afirmando una cosa y la contraria. Incluso sus meteduras de pata, sus promesas perdidas, su desconocimiento continuo, las entidades impagadas, incluso los asfaltados de calles concretas y fecha cerrada que se quedaron sin calles ni fechas. Todo, incluso su reiterada ausencia, se envolvía de regalo, de fantasía… con su dulce expresión, su verbo suave y su vacía mirada atenta.

El tripartito de PSOE, Ciudadanos y Podemos ya tiene sus presupuestos. Un desmadre presupuestario que compromete a las futuras generaciones, y sobre el que planea la sombra de la prevaricación administrativa, ya que hasta la Secretaria General del Pleno afirma que el expediente no está concluso.