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Vuelve la sensatez, las elecciones andaluzas consolidan un cambio de ciclo.
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Vuelve la sensatez, las elecciones andaluzas consolidan un cambio de ciclo.

Por Ramón Cubián

jueves 23 de junio de 2022, 12:08h

El El Partido Popular de Juan Manuel Moreno en Andalucía, el mismo de Alberto Núñez Feijóo a nivel nacional y de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, tienen mucho en común, perdón tienen todo en común en su consolidación como alternativa. Cada uno le añade su impronta personal, su estilo y sus formas, pero el fondo es el mismo en todo caso: principios, valores, objetivos claramente definidos, moderación política y firmeza en su defensa. Apuesta por la libertad, por la iniciativa privada, por la excelencia en la educación, por la gestión eficiente de los recursos, la bajada de impuestos; apuesta por la sanidad y por los servicios públicos y sociales de calidad, garantizados -más que nunca- con el respaldo de unas cuentas públicas sanas que garantizan su prestación a presente y futuro (justo lo contrario que hace la izquierda).

Eso da la victoria en las urnas, porque eso es lo que genera confianza. La defensa de los españoles -los madrileños, los andaluces- con moderación y con firmeza. Eso y no otra cosa es lo que pasó el pasado 19 de junio en las elecciones al Parlamento Andaluz.

El vuelco andaluz.

El Partido Popular, con 1.582.000 votos, un 43,13% de los emitidos, alcanza la mayoría absoluta en Andalucía obteniendo 58 escaños; más que doblando los votos y los escaños (26) obtenidos en 2018. Muy lejos, casi con la mitad de votos, un partido socialista a la baja, a la hecatombe que se queda en 30 escaños por su 24,09% de los sufragios; 890.000 votos… muy lejos de aquellos más de 2 millones de votos de no hace tanto (2004, 2008) que progresivamente han dilapidado.

Moreno, el candidato popular, que tomó las riendas de la Junta de Andalucía en 2018 con una difícil minoría que precisaba de apoyos de Vox y Ciudadanos al mismo tiempo para poder gobernar, ha sabido hacerlo -insisto, con moderación y firmeza-. En apenas 4 años no cumplidos, Andalucía ha eclosionado con todo su potencial económico y social, y ha pasado de la cola a estar entre las comunidades locomotoras de España. Sin temblarle el pulso a pesar de la adversidad; sin perder la moderación a pesar del histrionismo circundante.

Espadas, el candidato socialista, se perdió en la nada. Sin propuestas, sin programa, sin futuro. Lo más ocurrente que tuvo fue su lema “mas derechos y menos derechas”; un insulto a la inteligencia, un insulto a la sensatez de los andaluces que, hartos de arengas, quieren gestión y resultados. Si a ello le añadimos la repulsa generalizada -de los andaluces, de todos los españoles en conjunto- a lo que se ha convertido el PSOE de Sánchez, virado al populismo arengario de extrema izquierda con Podemos, los sediciosos antiespañoles de Esquerra y los terroristas de Bildu, el cóctel estaba servido y le explotó en las manos.

La victoria popular es nítida, clara y uniforme. El que fuera “bastión socialista”, pasa a ser popular. El PP gana en todas y cada una de las provincias andaluzas, obteniendo más del 40% de los sufragios en todas ellas.

Decadencia de los populismos

La victoria popular, como venimos diciendo, es consecuencia del hartazgo de los andaluces -de los españoles- del populismo. Éste arrastra más pasiones que sentimientos y de todos es sabido que, superada la pasión inicial, si no hay sentimientos, surge el desapego.

La pasión aplicada a los bloques de “izquierda vs. derecha”, tiene su efecto -lo tuvo- aprovechando la tensión que genera. Porque lo de “soy de izquierdas” o “soy de derechas” es una dialéctica perversa que no analiza gestión, capacidad, proyecto ni ideas. Con sólo una apariencia de “valores” -de izquierdas, de derechas- sirve para arengar y atraer al partido “más de izquierdas” o “más de derechas”.
El PSOE decidió jugar a eso mismo, a ser más de izquierdas, por definición, por único principio que antepuso a España y a sus propios valores históricos. Y se arrastró a si mismo renunciando a su propia esencia, si es que la tuvo.

De otra manera, Vox también jugó a “ser más de derechas” creyendo que eso todo lo sustentaría. Le valió, sí, en la elecciones generales de noviembre 2019 donde al juego pasional dictado por Moncloa (si no, de qué creen que iba lo del traslado de la tumba de Franco, guerra civil y similares debates). En aquellos comicios Vox superó el 20% de los sufragios en Andalucía, empatando técnicamente con el PP y dándole el zarpazo en cuatro de las ocho provincias. Pero confundieron eso, pasión con sentimiento, seducción con fidelidad.

En estas autonómicas pretendieron tensar con ello… pero la pasión pasó. El popular Moreno, más cabal, más centrado que la candidata Olona, opuso acción a pasión, no cayó en el juego populista y devolvió a Vox a los márgenes del 13% de los votos. Perdieron la mitad de sus votos que prefirieron la propuesta segura y de confianza del popular Moreno.


¿Y Ciudadanos?, para qué comentar. Indefinidos tibios, populistas o simples oportunistas, se limitan a certificar lo que ya certificaron en Cataluña, Galicia, Madrid y Castilla León. Son la nada, o casi. Ni tiempo les queda. Desaparecen del parlamento andaluz, perdiendo la totalidad de los 21 escaños que tenían; como antes los 26 -todos- en Madrid, 30 en Cataluña u 11 en Castilla León.

El populismo, la pasión extrema, marca más la diferencia entre bloques, porque se justifica en sí misma, en los bloques por definición. Pero cuando la pasión decae, cuando se pierde, se pierde también la identificación con los bloques. Surge entonces el sosiego del voto reflexivo, el racional; indudablemente no exento de componente emocional, pero en el que priman los valores y la gestión. Ahí Moreno, como antes Ayuso en Madrid y mucho antes Feijóo en Galicia.

La antesala madrileña.

Es evidente que Isabel Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno, tienen personalidades distintas. Pero son lo mismo. Cara y cruz de la misma moneda, de los mismos principios, de los mismos valores, de políticas moderadas, defendidas con firmeza. Ambos generan confianza, estabilidad, progreso y futuro. Ambos bajan impuestos, apuestan por el emprendimiento, generan empleo… ambos son el motor de España; y ambos, en proporción casi idéntica, han recibido el apoyo mayoritario de los votantes que, hartos de populismos, apuestan por el futuro y votar a la opción que dé -que da- confianza en él.

Hace un año, Ayuso, la popular de Madrid, obtuvo un aún mayor respaldo en la región de la Capital, con el 44,76% de los votos y más de 27 puntos de diferencia con el PSOE. ¿La causa?, la misma que en Andalucía. Moderación en la política, eficacia en la gestión y, por encima de todo, defensa firme de la libertad. El mismo secreto que Moreno, el mismo arma y la misma habilidad en su manejo. El mismo resultado.

Cierto que el 43,13% de Moreno ha supuesto la mayoría absoluta (58 de 109 diputados del Parlamento Andaluz), mientras que Ayuso con su 44,76% se quedó a 3 diputados de tener igual mayoría parlamentaria (65 de 136 de la Asamblea de Madrid). Pero el análisis sociológico es el mismo y el resultado de éste, conduce a la misma conclusión: los españoles estamos ya cansados de populismos.
(La diferencia de atribución de escaños y mayorías parlamentarias no es objeto de análisis sociológico. Es producto tan sólo del sistema de atribución de escaños según circunscripción electoral, por provincias según mandato constitucional. Ocho en Andalucía, sólo una en Madrid. Dejamos para otra ocasión la glosa acerca de ello.)

Por Ramón Cubián

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