opinion narciso romero

Las nuevas tecnologías, las redes sociales, internet y todos los avances producidos en la comunicación y la información, son sin duda, hechos positivos, elementos de socialización y rasgos de las sociedades modernas. Una correcta utilización de estas herramientas es beneficiosa para empresas, colectivos, familias y personas individuales.

"El carácter se manifiesta en los grandes momentos, pero se construye en los pequeños" (Winston Churchill)

Si algo, solo algo positivo, ha conllevado la perversa pandemia que se resiste a dejarnos en paz definitivamente pero que parece en gran parte doblegada, es a valorar en su enorme dimensión y en su justa medida “aquellas pequeñas cosas” que cantaba Serrat.

Adapto como título de esta columna la célebre canción de Joaquín Sabina porque refleja clara y concisamente en tan solo tres palabras, los peligros que acechan al campo de la información y, muy concretamente, en el ámbito de la llamada comunicación política. Amenazas derivadas del uso de contenidos desvirtuados, de un determinado uso de las redes sociales con fines interesados, la polución de la verdad que produce la sistematización en la creación de noticias falsas y la filtración de contenidos manipulados.

Recientemente hemos conmemorado la Fiesta Nacional de España. Son muchos quienes teorizan sobre el concepto de País, Estado español, Nación, Patria, territorio de comunidades… Todas las definiciones se basan en elementos de teoría política, y todas, si se formulan desde la legalidad constitucional, son respetables.

Los números sobre contagiados y fallecidos van a la baja. La vacunación avanza a una velocidad vertiginosa. Los hospitales están dejando de saturarse. Las perspectivas en cuanto a ingresos e inversiones nos hacen encarar el futuro con optimismo. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado desde nuestro país que las primeras partidas de los 140.000 millones de euros del plan Next Generation EU están a punto de ingresarse.

Están cerca de nosotros, los tenemos al lado y, en ocasiones, pasaban desapercibidos. Están patrullando las calles, realizando la limpieza viaria, en las cajas o reponiendo estanterías en los supermercados, nos venden diariamente el pan o los medicamentos, los verás en los incendios o reforzando la seguridad y protección, conducen los autobuses públicos y taxis, cosechan y nos dan los frutos de los campos o te atienden tras un mostrador.

De esta pandemia estamos aprendiendo que la mejor protección es la que brinda el compromiso y la colaboración de cada vecino. Sí tomamos medidas individualmente como mantener la distancia social, evitar las reuniones sociales no imperativas, reiteramos el lavado de manos y usamos la mascarilla, estaremos frenando la transmisión del virus.

Aprovecho esta columna para, una vez más, emplear el verbo “agradecer”. En el diccionario comprobaremos sus dos acepciones. Por un lado, “dar las gracias por un beneficio recibido”, y, por otro, “corresponder a un cuidado recibido”.

Siempre he destacado, tanto en público como en privado, el ejemplar comportamiento que, año tras año, muestra el pueblo de Sanse durante sus fiestas. Celebración tras celebración, la normalidad en la calle, el tono cordial y convivencial son la línea de actuación de una ciudadanía que entiende que sus festejos constituyen mucho más que unos días de asueto, diversión, encuentro y alborozo.