Exalcalde de Alcobendas

Hace ya demasiado tiempo que la actividad política nacional no genera ni una sola buena noticia. Es difícil identificar una sola iniciativa del gobierno de Sánchez que pueda considerarse beneficiosa para la sociedad.

No hay día en el que no aparezca una nueva exigencia de pago del chantaje que los independentistas catalanes quieren cobrar por mantener a Sánchez como presidente. Siendo la ley de amnistía el botín más repugnante que han exigido, y que Sánchez se ha prestado a entregar demostrando su indigencia moral, ética y política, no es corta la lista de otras peticiones que deben cumplirse si el gobierno pretende continuar como tal.

Cuando SM El Rey encargó a Alberto Núñez Feijóo la tarea de intentar formar gobierno, Sánchez y toda la heterogénea amalgama de partidos que se alimentan del mismo pesebre salieron a gritar las mismas consignas: pérdida de tiempo, investidura fallida, fracaso…

Perplejidad. Esa es la palabra que mejor encajaría con lo que he sentido tras el bombardeo en redes y medios –como la revista Siete Días- que el PP ha promovido sobre sus logros durante los primeros 100 días en el equipo de Gobierno.

Confieso ser uno de tantos miles de españoles que esperaban las elecciones del 23J con indisimulada esperanza y confianza. Se nos presentaba la oportunidad de poner fin a una etapa de nuestra reciente historia en la que la política practicada por el gobierno de Sánchez había socavado pilares básicos de nuestra estructura social, que empezamos a construir con enorme esfuerzo y generosidad en la Transición del 78.