Reproducimos integramente el artículo de Manuel Vicent públicado en El País hace un año:
Por organismos internacionales de toda solvencia, España, ha sido declarado el mejor país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar solos sin peligro. Según “The Economist”, nuestro nivel democrático está muy por encima de Bélgica, Francia e Italia.
Pese al masoquismo antropológico que los españoles, este país es líder en donación y trasplantes de órganos, en fecundación asistida, en sistemas de detección precoz del cáncer, en protección sanitaria universal gratuita, en esperanza de vida, sólo detrás de Japón en robótica social, en energía eólica, en producción editorial, en conservación marítima, en tratamiento de aguas, en energías limpias, en construcción de grandes infraestructuras ferroviarias de alta velocidad y en una empresa textil que se estudia en todas las escuelas de negocio extranjeros. Y para celebrarlo tenemos la segunda mejor cocina del Mundo.
Frente a la agresividad rezuman los telediarios, España es el país de menor violencia de género en Europa, muy por detrás Finlandia, Francia, Dinamarca o Suecia. Somos el tercer país con menos de asesinatos por 100.000 habitantes. Dejando aparte la historia, el clima, el paisaje, las fiestas, el folklore y el arte son riquezas evidentes.
España posee la lengua más poderosa, más habladas y estudiada del planeta y es el tercer país, según la Unesco, por patrimonio universal, detrás de Italia y China.
Todo esto demuestra que, en realidad, existen dos Españas, no la de derechas o de izquierdas, sino la de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que gritan, crispan, se insultan y chapotean en el estercolero y la de ciudadanos con talento que cumplen con su deber, trabajan y callan.