El último día de octubre se celebraba en Irlanda la fiesta pagana la Noche de Brujas Samhain (“Fin del verano”). Marcaba el fin de la temporada de cosechas y daba comienzo el “año nuevo celta”.
Se creía que durante este festival las almas de los que habían muerto volvían a visitar sus hogares, mientras que los que habían muerto durante el año viajaban al otro mundo. Se encendían fuegos en las colinas para volver a encender los fuegos del hogar durante el invierno y ahuyentar a los espíritus malignos. Para evitar ser reconocidos por los espíritus, a veces usaban máscaras o disfraces.
De esta manera se asociaron brujas, duendes, hadas y demonios se asociaron con el día, lo que se asemeja levemente a la tradición actual.
En el siglo VII el Papa Bonifacio IV trasladó el Día de Todos los Santos del 13 de mayo al 1 de noviembre, seguramente con la intención de suplantar la fiesta pagana con una observancia cristiana.
La Reforma Protestante puso fin entre sus seguidores a esta celebración, pero en Gran Bretaña, especialmente en Irlanda, Halloween siguió celebrándose como fiesta secular.
Pero los Estados Unidos tienen una semejanza con los antiguos romanos, si algo les gusta, lo hacen suyo. Por ello, tras el primer desfile en Minnesota en 1921, Halloween empezó a celebrarse de manera masiva.
Rituales místicos evolucionaron hacia juegos y diversión, convirtiéndose en una de las principales fiestas del mundo anglosajón. Los más pequeños disfrutan de un día en el que se pueden disfrazar, excepto de personajes del Juego del Calamar en algunos colegios, para ir a conseguir golosinas.
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