Puestas las piezas sobre el tablero, la primera consideración es que Real Madrid y Barcelona afrontan el partido de esta noche sin reservarse nada, como si no hubiera mundo detrás de mañana ni final de Copa el próximo miércoles. Esa generosidad (aparente) a la hora de plantear la batalla es una magnífica noticia para el espectáculo, pero resulta, cuando menos, intrigante. Cuesta creer que tan finos estrategas como Mourinho y Guardiola, a la hora de enfrentar cuatro Clásicos, no hayan distinguido entre unos partidos y otros. Y el de hoy debería ser el menos trascendente de todos ellos, especialmente para el Barça, a no ser que pensemos que cada encuentro estará conectado deportiva y anímicamente con el siguiente, o a no ser que el plan, salvaje y primitivo, no sea otro que la aniquilación del contrario.