Cuando escribo estas líneas han transcurrido semanas desde que Sánchez fuera designado por SM El Rey para presentarse a la investidura, sin que sepamos que está pasando. Lo único que tenemos muy claro es que está intentando conseguir, al precio que sea, que le apoyen partidos que un caso son herederos de ETA, y en otros han manifestado su intención y objetivo de separarse de España.
La situación no puede ser más endiablada. El Congreso secuestrado y paralizado, la Presidencia de turno de la UE desaprovechada, y el gobierno, incluido su presidente, ninguneando a los españoles y a sus representantes, sin desvelar una palabra de lo que está negociando.
Lo que tenemos claro es que Sánchez está intentando aprobar una amnistía que alcance a delincuentes condenados en firme por los jueces, y a otros que deberían haberse sometido a juicio pero que huyeron cobardemente antes de enfrentarse a sus acciones.
El debate en torno a la posible amnistía se viene centrando en aspectos fundamentalmente jurídicos. En este sentido hemos conocido decenas de manifestaciones de reconocidos juristas que expresan su rechazo a esta medida de gracia por no tener encaje, de acuerdo con su justificado criterio, en nuestra Constitución.
Me parece muy positivo y reconfortante que en ocasiones de enorme trascendencia como esta se nos recuerde desde instancias tan importantes como el Tribunal Supremo o el propio Tribunal Constitucional que España es un Estado de Derecho en el que el cumplir y hacer cumplir las leyes es obligación prioritaria de cualquier gobierno.
Pero esta obviedad que es la que envuelve globalmente el debate sobre la posible concesión de una amnistía ha dejado de lado otros aspectos de la estrategia de Sánchez que me parecen fundamentales.
Imaginemos por un momento que se alcanzara un consenso sobre la idoneidad jurídica de la aplicación de una amnistía a los delincuentes que se alzaron contra el Estado en Cataluña en Octubre de 2017. La amnistía supone no solo el perdón de las penas por los delitos cometidos, también su olvido. Su amnesia. Y en este caso la pregunta debería ser: ¿Cuáles son las razones para justificar el perdón y olvido de unos delitos cuyos actores anuncian que van a volver a cometer?
La amnistía no es una herramienta que ayude a recuperar la normalidad en Cataluña. No. Es un objetivo en si misma. La amnistía es el peaje que Sánchez tiene que pagar si quiere seguir siendo presidente.
¿Alguien se cree que después de una hipotética aplicación de la amnistía cesarían los intentos de secesión en Cataluña? Ni en Cataluña ni en el País Vasco. Luego digámoslo claramente: la amnistía es otra trampa de Sánchez por su interés personal, apoyado por todos los que reciben del pesebre sanchista.
Si (
No(
