Es evidente que son varios los equipos que están interesados en sus servicios. Sin embargo, en este deporte, donde la máquina tiene una importancia vital, el piloto debe apostar por caballo ganador. Y, de éstos, que son los que tienen el presupuesto adecuado (más de 300 millones de euros por temporada) se cuentan con los dedos de una mano; máxime cuando Alonso quiere comprometerse por una sola temporada, pensando en el que el 2009, pueden estar en Ferrari.
En estas circunstancias, sólo cuenta con su antiguo equipo, Renault, y el que más presupuesto tiene, Toyota. Sería un error tomar otra alternativa diferente, teniendo en cuenta el potencial del resto, que son meros teloneros de este espectáculo de la F-1.
Flavio Briatore le ha prometido trabajar a fondo para disponer el próximo año de coches competitivos. Cuenta con apoyo económico suficiente, además de un equipo que ha demostrado que puede ganar. Sin embargo, le pide a Fernando firmar, al menos por dos años como mínimo.
En el caso de Toyota el problema es que no tiene ingenieros con experiencia suficiente para estar delante. Es evidente que quién manda es “don dinero” y, en este caso, el problema es mínimo. Alonso conoce perfectamente quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Es cuestión de contratar a los mejores ingenieros y del resto ya se encargaría él.
Sea lo que fuere, las espadas están en el aire. Otra opción, descartando a Ferrari, BMW y McLaren, sería tirar por los suelos toda una temporada. En este deporte, por suerte o por desgracia, lo que cuenta es el equipo; el piloto, dentro del máximo nivel, tiene su influencia, pero menos de lo que el público puede pensar.
La ruptura de Fernando Alonso con McLaren, su equipo, no se ha hecho esperar. Estaba más que cantado, después de una temporada en la que por el capricho de Ron Dennis, director propietario del equipo, ha sido nefasta para todo el conjunto.
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