Los mitos suelen forjarse cuando la persona o el objeto que lo formaba desaparece, muere y la nostalgia, las leyendas y el cariño de la gente hacen el resto. Sin embargo, en el caso del Adriano III, el «Vaporcito de El Puerto», el mito ya existía mucho antes de que en la tarde de ayer, de forma sorprendente, el «barquito más típico y más castizo de toíto el muelle de Cádiz», que cantaba Paco Alba, se hundiera en el mismo puerto gaditano del que tantas veces había partido camino de El Puerto, y vuelta.
Una vía de agua, al chocar con unas piedras en la entrada del puerto, parece ser la causa del naufragio que, en menos de media hora acabó con la famosa silueta, el símbolo de la Bahía, tragada por las aguas junto al candil del muelle Reina Victoria. El Vapor pudo llegar hasta él a tiempo para que los ochenta tripulantes que viajaban a bordo pudieran desembarcar sanos y salvos, sin que hubiera que lamentar heridos, aunque con un gran susto metido en el cuerpo.
Las primeras voces de alarma de que algo iba mal en el barco se produjeron a las seis y cuarto de la tarde, cuando el «Vaporcito», que hacía su penúltimo trayecto del día desde la localidad portuense, tomó la bocana del muelle de la capital. Al parecer –según fuentes de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz– un problema mecánico hizo que el patrón del barco perdiera el control del timón durante un momento cuando se encontraba cerca de la llamada punta del Sato. Fue entonces, según las mismas fuentes, cuando el casco del barco sufrió un fuerte golpe, probablemente contra unas piedras, que llegó a alterar incluso a los turistas que viajaban en él.