Irene, con sus gritos huracanados y sus lluviosos ataques contra los rascacielos, convierte Nueva York en una ciudad llena de murallas. Las tiendas del centro se protegen con sacos terreros. Las oficinas de Manhattan se defienden pegando trozos de cinta aislante a sus ventanas. En las esquinas de las avenidas se alzan las barreras policiales... Mientras tanto, los organizadores cruzan los dedos para que el Abierto de tenis de Estados Unidos pueda empezar hoy.
Rafael Nadal debe estrenarse contra el kazajo Andrey Golubev. Él también piensa en defensas y murallas. Desde 2004 no ha llegado a la cita neoyorquina con tan pocas victorias, dos, en el verano. Con una quemadura en la mano derecha y dolido en el talón del pie izquierdo, al español le faltó velocidad en las de Montreal y Cincinnati, donde sufrió para recuperar el espacio perdido en la pista. ¿Qué ha hecho para tratar de recuperar la movilidad, su gran sello?
"Hemos trabajado las piernas alargando en el gimnasio el trabajo de la cancha, el entrenamiento, que ya de por sí, en el caso de Rafael, es de mucha intensidad", relata Rafael Maymó, el fisioterapeuta del campeón y ejecutor de los planes diseñados por Joan Forcades, el preparador físico del número dos mundial. "En Nueva York ha hecho bastante bicicleta estática. A un ritmo constante, no superalto, sino de velocidad de crucero, y durante un tiempo que se ha ido reduciendo según se acercaba la competición", prosigue. "Ese ha sido el trabajo de resistencia. El de explosividad se ha hecho con ejercicios de comba porque los saltos dan esa chispa. También, extendiendo escaleras sobre la pista para que haga ejercicios de agilidad o con ejercicios de rsa [capacidad de repetir sprints por sus siglas en inglés] con un objetivo: cada repetición se culmina con un golpeo de pelota, teniendo que meterla en la cancha. Son 10 segundos de velocidad máxima seguidos por 10 segundos de descanso y... vuelta a empezar. Es repetir y repetir. Es imitar lo que se hace en un partido. Es, en definitiva, tenis", remacha.