Reino Unido recupera la calma. Tras cuatro noches de saqueos, enfrentamientos con la policía y lanzamientos de cócteles molotov que han calcinado coches y comercios, esta noche se ha caracterizado por la tranquilidad en las calles inglesas. Tan solo incidentes menores y aislados, así como detenciones de algunas de las personas que han participado en los incidentes en los últimos días.
En West Midlands, el juzgado ha hecho horas extras durante la noche para que todos ellos vayan pasando a disposición judicial. La tónica general de los avisos de las distintas autoridades policiales ha sido la misma, una noche en paz en la que desmentían los rumores de disturbios que se lanzaban desde las redes sociales. Se ha llegado incluso a reabrir el tráfico hacia el centro de Birmingham, una de las ciudades a las que se trasladó la violencia la pasada madrugada por el blindaje policial en la capital.
Pero Inglaterra está en guerra consigo misma. El Gobierno dio ayer carta blanca a la policía porque, en palabras del primer ministro David Cameron, "no vamos a permitir que la cultura del miedo exista en nuestras calles". Los disturbios desaparecieron el martes por la noche de las calles de Londres para trasladarse más al norte. A las calles de Birmingham por segunda noche consecutiva y esta vez con consecuencias dramáticas: la muerte de tres jóvenes musulmanes en un incidente que amenaza con tensar las relaciones entre esta comunidad y la afrocaribeña.
Pero no solo hubo violencia en Birmingham. El centro de Manchester fue tomado por una turba de saqueadores y hubo graves incidentes en Salford. Y en localidades donde jamás hubieran pensado con vivir esa pesadilla, como Gloucester, donde 50 jóvenes atacaron una docena de comercios e incendiaron un edificio apenas a un centenar de metros de la famosa catedral normanda.
Aunque hubo disturbios en otras localidades, como Liverpool, Nottingham e incluso Cambridge, y a pesar de la tragedia de Birmingham y de la violencia de Manchester, la intensidad de la revuelta parece apaciguarse. Quizás porque las promesas de mano dura han amedrentado a los revoltosos, que estaban actuando con absoluta impunidad porque sabían que la policía no vendría y si venía apenas haría nada.