En siete minutos de juego, el parcial era terrorífico para los visitantes: 18-2 para un marcador de 43-46. Aunque justo ahí consiguieron taponar la hemorragia. En parte, por los fallos del Madrid en los tiros libres y por el afán, personalizado en Prigioni, de parar la transición, de frenar las galopadas por prescripción de no sé quién. Fue la velocidad, unida a una defensa al límite, la que le había devuelto a la vida en la reanudación. Y aún más importante, ese ritmo es el que le gusta a la afición. Punto.
Con la reacción estabilizada, Llull sumó diez puntos y pegó otro arreón: 59-58 y 62-61... El Madrid firmaba un +20 en 15 minutos, pero era reversible, había puesto el piloto automático, la velocidad tostón, y el Bilbao sostuvo el pulso y lo ganó desde la personal, pese a no meter ni un triple en la segunda parte. Mirotic y Llull también erraron intentos claves al final. El Bizkaia Bilbao sueña, el Madrid pena; queda un mundo.