El árbitro alemán Stark entró desde ayer en la galería de los monstruos del madridismo. Su apellido será recitado con la memoria que se dedica a las alineaciones históricas, como justificación de una eliminatoria perdida y como resumen de los favores al Barcelona y los agravios al Madrid. Su error fue confundir con una roja lo que debió ser amarilla, pero su peor pecado fue dejarnos sin fútbol que analizar, sin partido al que agarrarnos, sin crítica deportiva, porque desde anoche y hasta un futuro que imagino lejano sólo se hablará del color de la tarjeta, del ruido y de la conspiración que denuncia Mourinho.
Ahora queda el partido de vuelta, en el Camp Nou. Según el técnico portugués, su equipo saldrá con orgullo y a remontar, pero lo cierto es que está muy complicada la eliminatoria. El Real tendría que marcar muy al principio y no encajar, algo que en el Camp Nou se antoja muy difícil. Todo parece indicar que esto está visto para sentencia.