He oído a mucha gente, críticos incluidos, afirmar que no pudieron soportar la película. Evidentemente, no se trata de un film convencional, puesto que nos lleva al multiverso y de una forma muy distinta al que penetramos de la mano de Marvel. Había dos opciones principales y muy diferentes. Steven Spielberg proponía con Los Fabelman una puesta en escena y un argumento muy ortodoxo. Cine en estado puro, y hay quien podría decir que más de lo mismo. No le valió el Globo de Oro.
A ella se oponía la propuesta de los Daniels -Dan Kwan y Daniel Scheinert-. Una inmigrante china en Estados Unidos, propietaria de una lavandería que quiere desgravar un karaoke, se ve envuelta en una aventura salvaje y solo ella puede salvar el mundo. Difícil encasillar esta producción que la obliga a perderse en el infinito del multiverso. Es una comedia, pero también cine fantástico en todas sus acepciones, como desvergonzado, desmadrado y hasta absurdo. Dividida en dos actos y un epílogo, es una gamberrada coherente, futurista y con una imaginación desbordante.
Sus intérpretes principales también se impusieron al resto. Casi imposible que Michelle Yeoh arrebatase el Oscar al descomunal trabajo de Cate Blanchet en Tár, pero lo consiguió, como Jamie Lee Curtis y su discurso recordando a su hija trans como mejor secundaria. El premio masculino fue para Ke Huy Quan, el marido de la protagonista. No compensará a Spielberg, pese a que él le descubriera para que fuese Tapón en Indiana Jones y el templo maldito. Una vez más, como con El color púrpura, el cineasta más nominado de la historia se fue de vacío.
Sin novedad en el frente resultó la otra gran triunfadora de la noche, en una gala presentada por Jimmy Kimmel, que no se salió de lo establecido. La cinta alemana dio a Netflix cuatro estatuillas, incluida la de mejor película de habla no inglesa. La versión de la novela de Erich Maria Remarque nos gusta menos que la de Lewis Milestone de 1930, pero le ha ayudado en su éxito una historia fuerte mostrada sin tapujos, con cuerpos mutilados que la aproximan al gore. El resto de sus logros tienen que ver con apartados técnicos.
Almas en pena de Inisherin se hacía un Spielberg y tampoco lograba ninguna estatuilla, pero
Netflix redondeaba su noche con el mejor largo de animación. El
Pinocho de Guillermo del Toro era indiscutible frente al imperio de
Disney o el desenfado de
El gato con botas. Distinción tan justa como la de
Brendan Fraser por La ballena. Un sex symbol convertido en un monstruo de 250 kilos en su última semana de vida. Le ha llegado al actor cuando menos lo esperaba y redondea el gran año de una productora,
A24, que se ha abierto paso entre las grandes. A ella se debe también
Todo a la vez en todas partes, lo que ratifica un triunfo en toda regla.
Si (
No(
