“Nuestros montes llevan años convertidos en polvorines. La maleza crece sin control, los cortafuegos están abandonados, las pistas forestales son impracticables y una desquiciada política medioambiental redactada desde los despachos y siempre pendiente del ecologismo ideológico, castiga a quien corta una rama, porque sabe cuándo hacerlo. No es fruto del azar, es consecuencia de una errónea política siempre pendiente del ecologismo ideológico, y también de la desidia institucional.
Todas las administraciones públicas tienen repartida una parte de responsabilidad en esta tragedia. Pero hasta que la defensa de nuestros montes, de nuestro patrimonio natural, no sea considerado un objetivo compartido, España seguirá ardiendo.
Mientras se queman nuestros campos y aldeas lo más infame de la política se pone en marcha. Y desde oscuros despachos donde intrigan políticos sin conciencia se diseñan estrategias para tratar de que el fuego queme también el prestigio del contrario. Todo muy ruin. Pero ya poco nos sorprende. Recordemos que durante la pandemia asistimos al bochornoso espectáculo de utilizar a los muertos como munición política.
No sólo se queman árboles. Arde la fauna, la riqueza natural, y, lo que es infinitamente más grave, arden los recuerdos y el escaso patrimonio, sus modestas casas, sus pastos o su ganado, de personas sencillas que han trabajado sin descanso durante años, muchos, sin nunca salir de su pueblo.
Hablamos de la España vaciada como si se tratara de la parte bucólica del cuento de nuestra historia actual. En los pueblos y aldeas viven personas a los que hemos abandonado. Y que tienen tantos derechos como los vecinos de nuestro portal. Están abandonados porque no hacen ruido, no se manifiestan en las puertas de las sedes de los partidos políticos, no hacen tuits, sólo salen en televisión para decir con una media sonrisa que se sienten muy bien en su pueblo, aunque no tengan cobertura de teléfono, ni a veces luz. Ahora no tendrán ni leña. Hace bien poco asistíamos a la discusión sobre cuántos miles de millones de euros debemos destinar a defendernos militarmente.
Solo con una muy pequeña parte de ese tremendo presupuesto se pueden preparar en invierno nuestros montes para que no ardan en verano. Con presupuesto y con lealtad política. Pero no tenemos ni uno no otra. Los pomposos pactos de Estado no apagan ni una chispa. Pero qué podemos esperar de quien dice que se puede gobernar sin presupuestos ni Parlamento.”