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Los pies de Diego Maradona y las manos de Sasà

Una mirada al pasado del "10"

Miércoles 04 de junio de 2014
Salvatore Carmando, masajista de Maradona en su etapa en el Nápoles, recuerda los viejos tiempos junto al astro argentino tras haberse jubilado.

Hay profesiones que se aprenden en casa y se van pasando de padres a hijos. Como la de albañil, fontanero, carpintero o, en este caso, masajista. Salvatore Carmando, que cuidó de los músculos de Diego Armando Maradona en su etapa en el Nápoles (1984-91), aprendió de su progenitor. En casa, durante los ratos libres. “Es una tradición familiar. Somos 14 hermanos y 10 hemos salido masajistas. Nos enseñó papá. Yo luego me marché a Nápoles para hacer un curso de fisioterapeutas y masajistas deportivos. Era obligatorio sacarte el título para poder trabajar en un equipo de fútbol”, cuenta con su fuerte acento napolitano al otro lado del teléfono.

Salvatore nació en Salerno hace 69 años. Emigró a Nápoles (unos 50 kilómetros desde su ciudad) para sacarse el título y en 1974 le fichó el Napoli del presidente Ferlaino. No sabía, por aquel entonces, que a los 10 años se convertiría en el hombre de Maradona. Su confidente, su amigo, su víctima favorita para las bromas. Y, sobre todo, en el hombre que cuidaría de sus músculos durante casi una década. ¿Qué sabía de Maradona antes de que llegara a Italia? “Que marcaba goles en el Barcelona y que era un fenómeno”, contesta Carmando, que se jubiló en el mismo Nápoles tras 35 años de servicio.

El Pelusa se lo llevó incluso al Mundial del 86. “Solo se fiaba de Sasà [el apodo de Salvatore]. Maradona no soportaba a la gente que no se reía, i musoni como decimos en Italia, y Sasà vivía con la sonrisa puesta en la cara”, recuerda ahora el exfutbolista Salvatore Bagni, que coincidió con Maradona el Nápoles . Sasà asegura que se le pone todavía la piel de gallina cuando piensa en aquel día de verano de 1984 en el que el argentino congregó a 70.000 personas en el San Paolo para su presentación. “La ciudad y el estadio se volvieron locos. Había tal cantidad de gente. ¡Y solo para verle hacer unos malabarismos!”.
No hay ciudad en el mundo más supersticiosa y con más rituales que Nápoles. Maradona lo aprendió rápido. Carmando fue el objeto de un ritual que con el tiempo se ha convertido en una de las imágenes históricas del club. El beso de Maradona en la cabeza de Sasà. “Antes de cada partido Maradona se me acercaba, me entregaba el gagliardetto [el escudo del equipo] y me besaba la cabeza. Lo hizo siempre, siempre. No puedo desvelar lo que me decía en esos momentos porque quiero escribir un libro y allí lo contaré todo”, cuenta Carmando. También le veía rezar muy a menudo. “Era muy católico. Y es la persona más generosa que conozco, era amigo de todos, nadie en el vestuario hablaba mal de él. En el campo tenía una técnica e inteligencia fuera de lo común”.

Fue una relación estrechísima, como la que Raúl mantuvo con Pedro Chueca, fisio del Madrid. “Nuestro primer encuentro fue el primer día de concentración en Castelpiano [Toscana]. Se acercó a la camilla, se quedó un rato viéndome trabajar y me dijo: quiero ponerme en tus manos”, explica Sasà. Y así empezó a forjarse una amistad que dura todavía hoy. También vinieron las bromas, y las celebraciones del scudetto en las que se veía a Maradona abrazado a Carmando en el vestuario; los dos cantando la histórica canción de toda una ciudad. La que decía: ‘Oh mamma mamma mamma, oh mamma mamma mamma, sai perché mi batte il corazón, ho visto Maradona, ho visto Maradona. Oh mamma, innamorato sò’ [Oh mamá ¿sabes por qué me late fuerte el corazón? He visto a Maradona y enamorado. Más información en www.elpais.com


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