Durante años guardé con mucho interés el ejemplar del BOE de 29 de Diciembre de 1978 en el que se publicaba la recién aprobada Constitución. Aquel impactante documento era la prueba fehaciente de que los españoles, renegando de los peores augurios, habíamos sido capaces de ponernos mayoritariamente de acuerdo para transitar ordenadamente de un periodo de gobierno autocrático a una democracia homologable con las de los países de nuestro entorno. Nadie hasta entonces hubiera apostado por un final como aquel.
“Sin duda no fue fácil, pero la generosidad e inteligencia de tantos obraron el milagro.
Recuerdo las primeras elecciones en las que voté, en Junio de 1977. Todavía no se había aprobado la Constitución, pero entré en el colegio electoral con una mezcla de orgullo y vértigo, sabiendo que estaba ejerciendo un derecho que mis padres no habían conocido. Y a mi me parecía muy importante.
Considero que debemos mucho a los protagonistas de aquel tiempo: El Rey D. Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González, Manuel Fraga, Santiago Carrillo…
Su talante, su generosidad, su respeto a las diferencias nada tienen que ver con lo que hoy es la contienda política.
Gracias a ellos, crecí en un país donde podía discrepar sin miedo, ejercer como un ciudadano libre, y aprendí de su ejemplo a respetar al adversario.
Sin embargo, hoy me cuesta reconocer ese país. Me duele ver cómo algunos partidos y líderes tratan la Transición como un error histórico que hay que corregir. Escucho a dirigentes de Podemos hablar del «Régimen del 78» como si si se tratara de una trágica historia no la llave que nos abrió la puerta. Veo a independentistas catalanes y vascos negar la legitimidad de una Constitución que votaron millones de sus propios compatriotas. Pero no son los únicos. Y me pregunto: ¿de verdad queremos tirar por la borda el mayor logro colectivo de nuestra historia reciente?
No se trata de idealizar el pasado. La democracia española tiene defectos. Pero la solución no es impugnar el pacto que nos trajo hasta aquí, sino cuidarlo y mejorarlo desde dentro. Me preocupa que, en nombre del “progreso”, se renuncie al consenso que nos salvó, y aparezcan odios que creíamos superados. Porque cuando se cuestiona la legitimidad de lo que nos une, se abre la puerta a la fractura. Y yo no quiero explicar a mis hijos por qué tuvimos libertad y la dejamos escapar.
Me parece muy preocupante que el Presidente Sánchez haya impartido órdenes para organizar actos que recuerden que Franco murió hace cincuenta años, antes de plantear un constante recuerdo a la Transición como ejemplo de convivencia.
A veces me pregunto si con el talante de alguno de los políticos actuales España habría sido capaz de alcanzar en orden esta efemérides.
No lo creo.”