Tras 15 meses de vernos obligados a llevar la mascarilla que tantas vidas ha salvado, esta ha dejado de ser obligatoria en la calle a partir de este 26 de junio.
Pero este escenario necesita tres tipos de colaboraciones: en primer lugar, la de toda la ciudadanía. En segundo, la de las administraciones y, por último, el de la clase política.
De la ciudadanía se exige modular la desescalada tomando las precauciones y medidas que en cada momento la evolución de la pandemia recomiende. No debemos caer en la euforia de pensar que el virus se ha ido del todo.
De las administraciones dependen las actuaciones acertadas para afrontar esta segunda fase que podremos definir en pocas semanas como pospandémica.
Y finalmente, necesitamos que los responsables políticos allanen y abonen el trayecto. El camino de la crispación es una vía muerta. En estos momentos de esperanza y optimismo en los que vamos a dejar atrás dolorosas pérdidas, otra actitud de no “arrimar el hombro” sería mezquina.
Esta es mi concepción de la política: el noble arte de aportar de soluciones para hacer más felices a los ciudadanos. Y eso también se llama patriotismo.