El hombre siempre necesita un espejo al que mirarse, un punto de referencia, un apoyo que le dé seguridad y que le haga pensar: ésta es la línea, éste es el camino. Hoy, sin embargo, oímos decir a muchos que faltan modelos en la vida social, parece como si se hubiesen diluido los referentes, como si no hubiera personas en las que reposar apaciblemente la mirada y reconciliarse así con la condición humana. A pesar de todo
...no creo que sea ése el verdadero problema, la cuestión estriba más bien en el cambio de los modelos; lo que antes atraía como admirable: personas que se habían labrado un nombre, una reputación, por su esfuerzo, por su excelencia, están dando paso a modelos grises que parecen tener más aceptación.
Ante una situación personal en que las cosas cuestan y resulta arduo el afán por ser mejor, es una continua tentación dejarse atraer por la grisura de tantos personajes anónimos, deshilachados, que nos vienen a recordar que no pasa nada, que la mediocridad es otra forma, descomprometida y cómoda, de instalarse en la realidad. Tampoco habría que aspirar a más.
Si echamos una ojeada a los programas de TV más «consumidos» parece que el análisis queda en gran medida corroborado por esa mercancía light en que los gritos, las pasiones desinhibidas y un tono supuestamente desenfadado esconde precisamente eso: una especie de exaltación de lo frívolo, de lo intrascendente, de lo mediocre.
No hace mucho, algún personaje de las revistas del corazón se quejaba de que unos individuos zafios y vulgares como los concursantes de uno de estos programas de éxito fácil a costa de exponer sus vidas al gran público, les habían quitado protagonismo, un protagonismo, también irreal, de papel couché. Todo un síntoma de por dónde van los tiros.
Podemos buscarnos excusas para no mover un dedo, diciendo que no tenemos mayores aspiraciones, que queremos ser normalitos y ya está, que no tenemos madera de santos, ni siquiera de héroes. Pero es que el hombre no está hecho para esa dejación de su grandeza, sino para buscarla. Uno mira lleno de admiración a personajes como la Madre Teresa de Calcuta, o el Papa Juan Pablo II, y ve vidas que han sido, o siguen siendo, densas: han amado mucho y van dejando ese poso de alegría y de entrega, de algo que es, inequívocamente grande. Y sentimos que es por ahí, que eso sí que es constructivo de humanidad. Claro, son modelos verdaderos.
Alfonso Sánchez-Rey López de Pablo
Párroco de la Moraleja