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La intransigencia de un sector

El monopolio del taxi, herencia de la dictadura franquista

El monopolio del taxi, herencia de la dictadura franquista
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Demasiada protección para un gremio de privilegios

jueves 31 de enero de 2019, 11:19h

La huelga de los taxistas de Madrid, que comenzó el día 21 de enero junto con la de Barcelona, continúa en la jornada de hoy sin que parezca que una salida negociada de la situación se encuentre cerca. En la Ciudad Condal los conductores alcanzaron un acuerdo con la Generalitat la semana pasada en el que se establecía, entre otras cosas, un mínimo de tiempo de precontratación de los vehículos con licencias VTC de 15 minutos y la prohibición a estos de recoger clientes por las calles. En Madrid, intransigentes

Las plataformas de conductores que más facturan en España y, por lo tanto, objeto de las protestas del sector de los taxis son la estadounidense Uber y la española Cabify. Sin embargo, en muchos otros países, los conductores con licencias públicas se están lanzando a la calle en contra de empresas con la misma actividad pero distintos nombres, como es el caso de OlaCabsen India o Didi en China. Tal y como muestra este gráfico de Statista, de todas ellas, la que cuenta con una mayor financiación en la actualidad es Uber, con 20.900 millones de euros en enero de 2019 según datos de CBInsights

Los privilegios que siempre ha tenido el gremio del taxi vienen de lejos. En la anterior dictadura eran intocables. Licencias limitadas y concedidas a los afines al régimen. Muchos militares retirados de las fuerzas armadas gozaban de este privilegio, disponer de un medio de vida concedido, en la mayoría, de forma digital, es decir, a dedo.

Disponían de un sindicato especializado dentro del sindicato vertical de entonces. No tenían competencia. Eran ellos y los demás. La democracia, poco a poco, ha ido poniendo a cada uno en su sitio. Y claro, le ha tocado donde más les duele. Un servicio público de transporte más rápido, limpio y educado. Una competencia moderna, más adaptada a las nuevas tecnologías con un trato con el cliente exquisito y, además, con unas tarifas más razonables.

Esto, por supuesto, ha sido una bomba de relojería para los que, hasta hora, tenían el privilegio de controlar el sector. Una especie monopolio, como el que disfrutaban las grandes petroleras, Telefónica y compañías eléctricas. O lo tomabas o no tenías otro remedio Tres ejemplos claros del llamado yo y solo yo.

Las nuevas tecnologías han puesto a cada uno en su sitio. Los que creyeron en ellas y tomaron el tren en su arranque, bien. Los que se aferraron al monopolio sin tener en cuenta las consecuencias, perdiendo toda posibilidad de adaptación. Ahora han llegado tarde. La salida más sencilla es la de atacar al adversario de forma violenta. Quitarsela de en medio a base de hostias y presión a los políticos.

Algo realmente incompresible. Porque con estas huelgas no hay sindicato que las pague. Son ellos y solo ellos los que pierden. El cliente también, por supuesto. Lo peor y más lamentable, es la imagen que están creado con su postura intransigente.

Por hacer una comparación. Es lo mismo que sin en un barrio hay una zapatería que lleva años vendiendo el calzado a la vecindad y ponen una zapatería moderna, con vendedores bien vestidos que atienden con educación y decoro, y, además, te llevan los zapatos a casa por el mismo precio. Si la nueva zapatería lo hace, también puede hacerlo la que estaba establecida. Pues no, es cuestión de romper los escaparates, echar a los clientes y liarse a palos con todo bicho viviente

Esto ha cambiado. Es cuestión de adaptarse a las nuevas tendencias. Y esto es lo que no han hecho los taxistas. Un buen negocio de antaño que no ha querido adaptarse a los nuevos requerimientos. Porque no solo son competencia los VTC y otros intermediarios con el mismo fin, sino también todas las compañías de carshering que están surgiendo un día si y otro también.

La imagen de los taxistas era nefasta, ahora, mucho más. Una pena que, a estas alturas, negocien a base de mamporros y lucha callejera. El ciudadano de a pie, de coche o moto, estamos hasta las narices de esta falta de comprensión.

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