"Soy un poeta que canta"

No sé lo que soy con esta voz que Dios me ha dado -nos cuenta en el almuerzo que le brindó la Peña Periodística Primera Plana en Madrid, antes de su concierto en el Circo Price-.Yo iba para abogado. Era lo que querían mis padres. Cuando les dije que quería ser cantante, me dijeron que con mi voz bronca tendría poco futuro...”

Nunca tan lejos de la realidad, ya que Nicola di Bari ha vendido millones de discos. La canción, con su voz ronca, se ha convertido en poesía. Siempre ha cantado al amor, a su tierra, al pueblo que le vio nacer, Apulia (“Zapponeta”, una de sus múltiples canciones, está dedicada a su ciudad natal). Comenzó en la década de los sesenta presentándose en la catapulta de la canción, San Remo, sin éxito; después llegó el tema de “Prima cosa Bella”, donde logró el segundo puesto.

“Amo a España -nos cuenta-. Es mi segunda patria. El público español tiene sentimiento y es fácil comunicarse mirándole a los ojos. Desde el escenario veo lo que quiere el público. Los ojos expresan los sentimientos de las personas. No engañan. Por eso intento comunicarme. De lo contrario ¿cómo podría penetrar dentro de ellos?

¿Se considera cantante, poeta o compositor?

- De cantante, con esta voz, poco. No soy cantante. Desde allí arriba -se refiere al escenario- intento hacer lo que quiere el público. Yo se lo doy. No hay más. Porque si no llegas a tocar sus sentimientos es mejor dejarlo. El público es quién manda en este como en otros apartados de la vida. Si no llegas, no eres nada. Es lo que he tratado de conseguir a lo largo de mi profesión.

Sus canciones en castellano han tenido enorme popularidad. A destacar singles como “Los días del Arco iris”, “Lisa de los ojos azules”, “Trotamundo”, “Primera cosa bella”, etc. Son temas de enorme impacto emocional que han llegado a ser números uno en las listas de discos más vendidos en Hispanoamérica.

“Soy un poeta que antes de salir a escena necesita concentración y nada mejor que fumarme unos cigarrillos -durante el almuerzo preguntaba constantemente a su manager, Mikel Barsa, si podía fumar. No podía aguantar sin hacerlo. Al final se salió fuera a fumarse un pitillo- y un buen whisky. No podía salir a escena sin este preámbulo. Improviso todo y me salgo del guion. Soy muy indisciplinado. Ella -mira a una espléndida señora que está a su lado, Agnese, con la que lleva casado 52 años- lo conoce bien. Es la mujer que más he querido en mi vida. Mi soporte, mi vocación. Y me ha dado la mejor recompensa que un hombre puede tener, los hijos.”

Lo dice con sentimiento. Es sensible, sobre todo cuando salió el tema de Luiggi, su gran amigo. Detrás de sus negras gafas caían unas lágrimas que podíamos ver segundos más mas tarde cuando se deslizaban por sus mejillas. Fue un momento en el que calló. No dejaba de hablar. Quizás para no escuchar preguntas, dada su profunda sordera que esconde con esas gafas que disimulan sus audífonos.

“Ustedes -refiriéndose al elenco artístico español- tienen un gran cantante, un excelente poeta, Joan Manel Serrat. Es un gran artista por el que siento gran admiración. He tenido la oportunidad de conocerle y le tengo dentro de mi corazón. Es un “bravo ragazzo”

Cantó una canción de su amigo Luiggi, que murió, como el mismo nos comentó, demasiado joven. Él, Nicola o Michele, quiere seguir contactando con su público. Tiene un largo programa de conciertos por el todo el mundo, pero, especialmente, en España y América del Sur, donde todavía se le recuerda. Un nostálgico de la canción o de la comunicación musical que sigue comunicándose. Y como el mismo dice: “Morir en una escenario es lo más grande que le puede suceder a un artista.